¿Qué fue de la vida de Kamala Harris?
Este lunes la vicepresidenta se dejó ver en un café latino en Washington. Pero más allá de este tipo de apariciones aquella promesa revolucionaria que simbólicamente representó su elección no se ha concretado. La vicepresidenta que la mayoría de los estadounidenses quería ver, aún está por verse. (AP Photo/Jacquelyn Martin)
Si usted sigue el twitter de Kamala Harris se dará cuenta de que, al menos oficialmente, es muy difícil saber en qué anda la vicepresidenta de Estados Unidos.
Carismática y bien plantada, con una carrera como funcionaria increíble, y conspicua representante de la figura de la mujer y el aporte que representan los inmigrantes en Estados Unidos, Kamala Harris llegó a la Casa Blanca en los tumultuosos comicios del pasado noviembre, generando enormes expectativas entorno a lo que ella significaba al lado de un hombre como Joe Biden.
El, un hombre entrado en años, blanco, moderado, conservador en otros tiempos, tradicional en la política. Ella, mestiza, mujer, reconocida fiscal, conocida por decir las cosas como las piensa, liberal, sangre joven para Washington.
Pero, a casi un año de la elección, se sabe muy poco de su gestión. El actual ha sido un gobierno enteramente protagonizado por su figura central, Joe Biden, de centro, de hablar a volumen bajo, un veterano que trata de restaurar la política tradicional. Las renovaciones que la figura de Harris prometía brillan por su ausencia.
Y lo que se ha sabido no ha sido admirable. Desde que Biden la encargó de los asuntos fronterizos, la situación se ha complicado en el borde sur del país, reina un caos legal, humanitario y de contradicción de políticas, y hasta el propio Biden tuvo que salir a desmarcarse del trato cruel que algunos inmigrantes sufrieron al ser golpeados desde caballos por agentes fronterizos.
Decepcionante
La del conflicto fronterizo, fue una asignación a la que Harris entró con muy mal pie: si algo ha llamado la atención de las acciones de la Vicepresidente es aquella entrevista en la que Lester Holt, en NBC, le inquirió por no haber visitado la frontera, y Harris, confusa, dijo primero que sí, y luego, entre risas, se defendió arguyendo que “tampoco he estado en Europa”. Fue una reacción desconcertante e incluso decepcionante, al menos para todos los que tenían expectativas de que esta administración haría un manejo de la situación migratoria fronteriza distinta, mejor y más efectiva, más clara y transparente.
Todas las encuestas muestran un descenso en su popularidad, pero incluso en los sondeos mesurados, Harris aparece con la peor nota para un vicepresidente en los últimos 30 años. (AP Photo/Jacquelyn Martin)
Eso sin mencionar que, en su gira por Centroamérica, Harris, in situ, espetó en una alocución y sin mucha delicadeza a los guatemaltecos que “no vengan”, una declaración bastante ruda en la que olvidó, por cierto, que su propia historia es producto de dos padres inmigrantes y que, precisamente eso, el derecho a la posibilidad de una nueva vida, es lo que ella representa.
Baja popularidad y promesa incumplida
Todas las encuestas muestran un descenso en su popularidad, pero incluso en los sondeos mesurados, Harris aparece con la peor nota para un vicepresidente en los últimos 30 años, en comparación con los primeros meses en el cargo. La desaprobación a Harris roza el 50% y la aprobación llega al 43,5%, según la plataforma yougov.america.
Los bien y los mal pensados prometían, desde la campaña electoral de 2020, que Kamala Harris sería mucho más que una Vicepresidenta, pues las especulaciones la daban, en vista de la avanzada edad de Biden, como una candidata ideal para las elecciones de 2024. Para los demócratas era una buena aunque riesgosa suposición. Para algunos conservadores, en su delirio antoicomunista, un pasadizo secreto y express hacia el totalitarismo.
Ya sabemos que todo eso no fueron sino imaginaciones.
Al principio, los analistas adjudicaban su poca presencia a que habrían diseñado un bajo perfil precisamente para no quemar su imagen, pero ya a estas alturas su ausencia parece más bien una estridente escasez de prominencia en los quehaceres ejecutivos.
¿Desplazada?
Por ejemplo, todo lo concerniente con las negociaciones del Plan de Infraestructura, que es -Covid aparte- la columna vertebral de la administración Biden, ha implicado numerosas y complicadas negociaciones con republicanos y demócratas (las dos alas tienen fuertes objeciones sobre el plan, dentro del partido de gobierno, por defecto y por exceso), y esa, la negociación con el Congreso, que suele ser una encomienda destinada a la vicepresidencia, la ha asumido directamente el primer mandatario, dejándola desplazada.
Algo parecido sucedió cuando ocurrió la muy azarosa retirada de Afganistán, que ha sido hasta ahora la crisis más grave que ha sorteado el gobierno de Biden y donde inició la caída de su popularidad, que aún no se sabe si continuará. Harris, de nuevo, brilló por su ausencia. Uno no sabe si por estrategia, por inseguridad, inexperiencia o todas las anteriores. Harris prefiere no exponerse.
El resultado no es apenas que la comunicación sea limpia, en la experiencia de la voz de Biden. Sino que la juventud de Harris, que haría balance con la veteranía del primer mandatario, desaparece del mapa. Deja un vacío político. Y muy solo al presidente en el manejo de la opinión pública y la conducción del ejecutivo.
A juzgar por lo que hemos visto de mandato, Harris no ha entrado al ruedo a medirse con las lides de la alta política: negociar con el adversario, dirigir un proyectos ejecutivo con energía, ayudar en el eje y los objetivos de comunicación de un gobierno. (Photo by MANDEL NGAN / AFP) (Photo by MANDEL NGAN/AFP via Getty Images)
Si usted hace una búsqueda de noticias en Google que involucren a Kamala Harris, se asombrará de la escasez de eventos en los que la vicepresidenta está involucrada.
El futuro
Es un gobierno al que le quedan aún tres años y un poco. Se sabe que la californiana puede jugar muy bien su rol si el mismo exige rigurosidad y firmeza, como demostró como fiscal del estado más grande y productivo de Estados Unidos. Y es probable que, en algún momento, haya una situación que requiera de ese temple y le haga lucirse, y finalmente hacer sentir a la mayoría de los estadounidenses que le dieron su voto que su escogencia ha dado frutos.
Pero a juzgar por lo que hemos visto de mandato, Harris no ha entrado al ruedo a medirse con las lides de la alta política: negociar con el adversario, dirigir un proyectos ejecutivo con energía, ayudar en el eje y los objetivos de comunicación de un gobierno.
Su imagen, la de una mestiza (people of color llaman en Estados Unidos a todo lo que no sea blanco) liberal, profesional, una mujer independiente con ideas políticas propias, agradó a todo el segmento liberal de la población, al tiempo que, a conservadores y republicanos, aún con sospechas polarizadas, Harris les hizo atenuar sus acusaciones con una trayectoria administrativa impecable.
Pero aquella promesa revolucionaria que simbólicamente representó su elección no se ha concretado. Carismática pero sin oratoria depurada, firme pero sin talento para la persuasión, simpática pero sin demasiados recursos para la comunicación bajo la presión de los medios, la vicepresidenta que la mayoría de los estadounidenses quería ver, aún está por verse.